Margalida Terrassa, M. Ángeles Vera, Maria Ferragut, Ana Bauzá, Catalina Ramis y Ana M. Jiménez muestran el gesto con el que los miembros de la asociación identifican la enfermedad.

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«Me pasó en el supermercado, el baño estaba tan lejos que no llegué y cuando lo hice lo dejé todo sucio. Utilicé mis braguitas para limpiar el suelo y las paredes y me aseé utilizando el váter como bidé. Lo quiero contar porque creo que la gente tiene que saberlo».

Es el testimonio real de María Ángeles Vera, una paciente con incontinencia anal. Esta enfermedad afecta a alrededor de un 12 % de la población que, en general, la vive en silencio, motivo por el que se cree que son más. Sin embargo, aseguran que se han encontrado hasta a médicos de Atención Primaria que desconocen esta afección.

La Asociación para la Incontinencia Anal (ASIA) facilita reuniones bimensuales de pacientes para que puedan poner sus problemas en común y hacer una especie de terapia de grupo que les resulta liberadora. Este lunes por la mañana tuvo lugar la última sesión en el Hospital Son Espases.

Quien padece esta enfermedad además siente vergüenza, incomprensión y a menudo no tiene fuerzas para seguir viviendo. «Es un problema muy grave», aseguran y «muchas veces no le damos la importancia que tiene», explica una de las afectadas, Catalina Ramis.

Otra paciente que prefiere no dar su nombre asegura que: «He caído en una depresión enorme, después de tres años sigo teniendo ataques de pánico. No puedo cuidar a mi nieto, ni estar con mi familia, cuando viene alguna visita me escondo en el balcón hasta que se van».

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La incontinencia anal sucede cuando el ano no puede realizar su función fisiológica de controlar las evacuaciones intestinales, lo que conduce a la filtración inesperada de deposiciones o gases.

Las causas pueden ser múltiples. En la sesión de este lunes había un caso de inflamación por enfermedad de Crohn, otro por parto, una paciente afectada tras una operación, otra que padecía las secuelas de un trauma e incluso una víctima de agresiones sexuales. Todas ellas dispuestas a contar qué les sucede porque «nos gustaría que la gente se entere de que existimos y para hablar de esta enfermedad de la que no se sabe nada por que es un tabú», dijo Ana Bauzá.

Afecta por igual a hombres y mujeres y no entiende de edad. El entorno de los enfermos es «muy agresivo» ya que a menudo la gente lo toma como una falta de respeto. Además, trastoca a la familia, «muchos matrimonios se han separado por esto», comenta Vera, ya que directamente «no se pueden mantener relaciones sexuales», añade.

Cuando se detecta, el médico de cabecera hace la derivación al especialista digestivo que en el tratamiento hace un cambio de dieta, rehabilitación, propone el uso de tapones anales y medicación. Posteriormente, existe la vía del cirujano especialista quien puede implantar un electromodulador de raíces sacras capaz de mejorar en un 70 % la enfermedad, y que avisa con un tiempo prudencial, de la necesidad de ir al baño. Sin embargo requiere pasar por quirófano y su duración es de cinco años, después se puede reactivar.

Las pacientes reclaman a los responsables de Atención Primaria que les den una mayor visibilidad y que trabajen para facilitarles el apoyo psicológico.