El mecanismo

La corrupción no es privativa ni de la Argentina ni de nuestra época. Sí es cierto que en las últimas décadas ha entrado en una espiral, con su propia dinámica, tomando no sólo cada vez más una porción mayor de nuestra riqueza sino a velocidad creciente. La corrupción no sólo creció sino que se aceleró. Lo que roba un gobierno es su techo de corrupción.

Desde hace décadas la Argentina está manejada por un sistema, o como dicen los brasileños un mecanismo, integrado por prebendarios, burócratas, políticos y formadores de opinión. Los prebendarios son quienes se autoperciben y se presentan como empresarios, sin serlo; los formadores de opinión es ese conjunto de comentaristas, opinólogos, encuestólogos y politicólogos que trabajan de encubrir y naturalizar las conductas criminales de la casta política. Son la anestesia para que nosotros no percibamos, diagnostiquemos y mucho menos encontremos una cura al saqueo al cual somos sometidos. 

La corrupción no es privativa ni de la Argentina ni de nuestra época. Sí es cierto que en las últimas décadas ha entrado en una espiral, con su propia dinámica, tomando no sólo cada vez más una porción mayor de nuestra riqueza sino a velocidad creciente. La corrupción no sólo creció sino que se aceleró. Lo que roba un gobierno es su techo de corrupción. 

LA HISTORIA

El gobierno siguiente toma el techo del anterior y lo convierte en su piso. Sube la vara. Los que somos mayores nos hemos escandalizado con el robo de obra pública de la dictadura militar, denunciado por Alemann ante la justicia federal. O por la estatización de deuda privada. 

Tiempo después empalideció con el monumental robo que fue la deuda cuasifiscal en el gobierno de Alfonsín, con Machinea de responsable. O con la venta del edificio de la embajada Argentina en Tokio; o los reintegros de IVA a inexistentes galpones en Tierra del Fuego. 

Esto es superado por los diez años de Menem. O por las barrabasadas de De la Rúa en sólo dos años, como la deuda con los bancos (que financiaron su campaña) o con el canje de deuda. 
Ahora presenciamos el obsceno descuartizamiento de la corrupción de los 12 años del régimen de Cristina Fernández y su esposo. Y nos preparamos para enterarnos algún día de lo que fue la administración de los 10 años del PRO al frente de la Ciudad y el maratónico vaciamiento del Banco Central en estos últimos meses. 

Esta corrupción es un entramado. Los prebendarios ponen a los burócratas que permanecen a través de los gobiernos. Un caso entre miles: Débora Giorgi. Fue socia de González Fraga. Funcionaria de la Alianza (radical), de Felipe Solá en la gobernación (peronista), funcionaria del contorsionismo del gobierno de Fernández. Desde el Ministerio de la Producción se dedicó a repartir subsidios para quienes le bancaron toda su carrera. Su causa por coimas en Comodoro Py duerme. 

Todos los ministerios tienen burócratas puestos por los prebendarios a los cuales deberían controlar. El controlado elige a su controlante. Es útil para expulsar competidores, hacer la vista gorda ante fallas de calidad o cartelizaciones.

MALA LECHE

La ANMAT tiene gente al servicio de los laboratorios. El Senasa y la secretaría de agricultura fueron la herramienta para consolidar el oligopsonio de la leche. Existen tantas regulaciones que es imposible vender leche o manteca en la Argentina. La manteca se vende por kilo en cualquier feria en Francia. Acá no. Mastellone compró desde la dictadura a hoy toda la competencia, con quiebras en el medio. Sancor es un desastre. El negocio de las usinas no es vender leche buena y barata y exportar. Ganan más al reducir a cero el margen de los tamberos, apropiándoselo, y mantener la producción en un mínimo. Podríamos ser una potencia láctea. No.

Pesca y Felipe Solá, venta de terrenos públicos a Constantini e IRSA por parte de la administración PRO. Hidrovías. Yacimientos carboníferos. Mineras. Destrucción de Fabricaciones Militares. La lista es infinita. Todo esto es anecdótico.

La Argentina hace décadas que no crece sustancialmente. Parte por problemas internos (el mecanismo), parte por reacomodamientos internacionales que nos exceden.

La Argentina hace seis años que no crece. Significa que nuestro producto bruto per cápita desciende 1,2% por año. Cada día más pobres. ¿Por qué? Los plutócratas y los funcionarios nos salen cada vez más caros. Todos los años se apoderan de una mayor porción del PBI. Porque no tienen límite. No los para el Poder Judicial, no existe oposición política porque la integridad de los partidos están involucrados.

Los empresarios no ganan dinero por vender más productos y a mejor calidad, sino por manipular la cartelización del mercado, aumentando los márgenes. El negocio es maximizar el precio que nosotros debemos pagar por productos de mala calidad.

Los empresarios brindan pésimos servicios. Ejemplos: Cablevisión Fibertel, cualquier banco con servicio al público, como Santander, distribuidoras de luz como Edesur que siguen con los cables de hace décadas, Metrogas, y su legión de inspectores corruptos o los pésimos servicios de las concesionarias de rutas (nuestros amigos de la Cámara Argentina de la Construcción).

Los plutócratas cada vez ganan más de una población cada vez más pobre. Pero a su vez los políticos nos salen cada vez más caros. Décadas atrás robaban el presidente, algún ministro, el presidente del Banco Central, los presidentes de las empresas estatales como Entel. Hoy son millonarios los concejales, los intendentes del último pueblo, los ministros provinciales. Los gobernadores son multimillonarios, al punto de fletar un vuelo privado a Panamá. Es un nivel de apropiación de la riqueza colectiva digna de la Rusia postglasnot donde los funcionarios soviéticos reaparecieron como plutócratas en menos de un lustro.

EL AGRAVANTE

Hay un agravante: los políticos para seguir en sus puestos (y garantizar la continuidad del sistema para ellos y para los prebendarios) necesitan votos. En la década del noventa el Banco Mundial exigió un sistema al que denominó red de contención que consiste en el pago mensual a grupos grandes de personas por parte del Estado. La contracara es un peso estatal creciente y, más grave aún, obliga a los receptores a vivir en la economía informal. Un costo a nuestro cargo generado por la casta para la casta. No es una fórmula argentina. Los inmigrantes ilegales en Italia reciben 500 euros por mes por imposición de la Unión Europea.

Entonces, así como los prebendarios de la argentina (que pueden ser argentinos como Roggio o extranjeros como la industria automotriz o la de la alimentación o los laboratorios medicinales) cada vez se quedan con una porción mayor del PBI, lo mismo sucede con políticos y burócratas.

La contracara de este formato de economía es que no necesita inversión. Mastellone no necesita invertir para ganar dinero. Por el contrario, necesita mantener el mercado estático. Si el mercado crece, pierde poder, pierde control. Edesur no necesita invertir, porque para eso controla a los organismos de contralor. Es un sistema que funciona sin que se ejecuten inversiones. Usamos autos que se discontinuaron en el resto del mundo, la manteca es un asco y tenemos cuatro gustos de yogur. No hace falta inversión.

El dinero que roban los políticos no lo reinvierten. Compran propiedades (que no es inversión neta, ver nota del domingo pasado) o atesoran. No ponen ni un comercio, ni una fábrica, ni un taller.
Hay dos grandes grupos de ricos: los empresarios y los políticos (que son intercambiables). Ninguno invierte.

Los únicos que podríamos invertir somos los civiles de a pie. Todos los ciudadanos que no somos ni los 50 plutócratas que gobiernan el país, ni los miles de políticos a su servicio. Pero nosotros tenemos dos problemas. El primero es la falta de incentivo para poner en riesgo nuestros ahorros.

La inseguridad, el peso creciente de los impuestos, las regulaciones que son trabas a favor de los grandes jugadores, los pésimos servicios públicos tanto del estado como de las compañías (electricidad, gas, telefonía), la ausencia de administración de justicia, hacen que ningún pequeño burgués quiera abrir un taller, un comercio, una fábrica. El segundo es que cada vez la porción de PBI disponible a la población es menor, eso hace que la capacidad de ahorro conjunta de todos nosotros disminuye año a año. Décadas atrás un operario o un albañil ahorraba. Se hacía su casa y luego, si quería, hacía habitaciones para alquilar. Hoy los excedentes para una porción de la población son inexistentes: sólo subsisten. Y el resto prefiere atesorar antes que arriesgar su pequeño capital. La población tiene cada vez menos capacidad de ahorro porque los impuestos se llevan una porción cada vez más grande de sus ingresos.

EL LABERINTO

Tenemos la ecuación del infierno. Una población cada vez con menos recursos, y una casta conformada por prebendarios y políticos la cual controla los tres poderes de la república, la AFIP y la Aduana, todos los organismos de control y que decide no invertir porque con este status quo es cada vez más rica. No sólo eso, al no tener ningún contrapeso, exige cada vez más.

Nuestra casta es un Minotauro que en lugar de pedir catorce jóvenes por año, siempre pide más. Un año catorce, el próximo dieciséis, al otro diecinueve, al siguiente veintitrés hasta llegar a los miles. Hay dos soluciones: nuestra extinción como ciudadanos libres (y finalmente como país) o mandar a Teseo a matar al Minotauro.